viernes, 11 de diciembre de 2009

La vivienda sí que pierde valor

La falsa creencia de que el precio de las casas nunca cae alimenta las burbujas inmobiliarios
DANIEL FUENTES CASTRO 11/12/2009

Resulta sorprendente que en cualquier boom inmobiliario se ignoren principios básicos de Economía y se imponga la creencia popular de que "la vivienda nunca cae de precio". Esta creencia parece estar incorporada en nuestro ADN. Qué gran razón tiene Selten, Nobel de Economía en 1994, cuando afirma que "la idea de la Teoría Económica sobre el comportamiento económico parte de supuestos racionales que no se cumplen en la realidad."

Los hogares no solo gastan más cuando sus ingresos aumentan; también cuando se perciben a sí mismos más ricos
Las expectativas sobre el crecimiento de los precios incentivan la compra de vivienda, a ser posible a corto plazo y con gran endeudamiento. ¿Por qué con endeudamiento? Pongamos que usted adquiere una vivienda por 100.000 euros con la expectativa de revenderla al año siguiente a un precio 15% superior. Ésta será su rentabilidad económica. Considere, en cambio, que adelanta 20.000 euros y solicita un préstamo hipotecario de 80.000 euros con un interés del 5%. Al cabo de un año vende el piso por 115.000 euros.
Una vez amortizado el préstamo y los intereses, le queda un beneficio neto de 11.000 euros. Como ha invertido 24.000 euros de capital propio (la entrada del piso más intereses) y ha obtenido un rendimiento de 11.000 euros, su rentabilidad financiera es el 45.8%. Se da la paradoja de que comprar al contado no es racional. ¿Dónde está el truco? Sencillamente en que nos han prestado 80.000 euros que se han revalorizado en la misma proporción que la vivienda. ¡Es preferible echar mano de los ahorros de los demás! Y aún más: la creencia en la subida futura de los precios alimenta el apetito de los inversores, que incrementan la demanda empujando los precios al alza. Las expectativas terminan por autocumplirse sin ningún fundamento y mientras la burbuja se forma se incrementan los beneficios y se genera empleo. No hay inceptivos para pincharla. Al político que lo suguiera tampoco se lo agradecerán.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Veinte años de la caída del Muro

El capitalismo y la democracia pierden apoyo en la Europa del Este
Una encuesta revela que los ciudadanos se ven más pobres que en 1989
FERNANDO PEINADO - Madrid - 09/11/2009


El gigantesco salto del comunismo al capitalismo y a la democracia supone un cambio de vida difícil de asimilar. Quizás por eso, las generaciones mayores en los antiguos países comunistas, las de aquellos que han vivido casi toda su vida bajo el antiguo sistema, rechazan más la transformación experimentada que los que nacieron poco antes o después de la caída del Muro, según una encuesta del instituto de opinión estadounidense Pew, realizada en nueve países del este de Europa y antiguas repúblicas soviéticas con ocasión del 20º aniversario de la caída del telón de acero.
Sólo el 37% de los rusos considera muy importante la libertad de expresión
La encuesta revela que, en general, los ciudadanos del antiguo bloque comunista europeo han perdido parte de su entusiasmo inicial por las ideas del capitalismo y la democracia. El cambio más pronunciado se ha producido en Ucrania: sólo el 30% de los ucranios aprueba un sistema multipartidista, frente al 72% que lo hacía en 1991, cuando se efectuó un sondeo similar.
La generación más joven, los residentes en las ciudades y los que disponen de mayor grado de educación tienden a aprobar la transformación. En Rusia, por ejemplo, la mayoría de los menores de 50 años de edad aceptan el paso a un sistema con pluralidad de partidos y la economía de mercado. Pero los que superan esa edad son mucho menos optimistas; entre el grupo de edad de 65 años o más, sólo el 27% expresa una visión positiva. Este patrón se repite en todos los países analizados -con la excepción de Alemania del Este, en la que la satisfacción con los cambios es generalizada- y refleja la misma divergencia que se observaba entre la población en 1991.
Una de las causas que explica la desafección de los ciudadanos de estos países con los cambios experimentados es que creen que son más pobres que hace 20 años. El consenso es que la gente corriente se ha beneficiado menos del cambio que los políticos y grandes empresarios. Sólo los polacos (47%) y los checos (45%) opinan que su situación económica es mejor ahora que cuando vivían bajo el modelo comunista. Los húngaros (72%), los ucranios (62%) o los búlgaros (62%) creen que la economía de mercado les ha hecho más pobres.
Paradójicamente, la mayoría opina que está satisfecha con su vida. Así, incluso los más críticos con los cambios ven su vida personal de forma más positiva que en 1991. En Polonia, por ejemplo, el 44% respondió que estaba satisfecho este año, en comparación con el 12% de 1991. En otros países el cambio fue menos pronunciado. En Bulgaria y Hungría, sólo el 15% de los entrevistados esta vez dijeron que estaban satisfechos, frente al 4% y 8% que lo estaban tras la caída del Muro.
Los alemanes del Este, en particular, aprueban la reunificación con una sólida mayoría, al igual que lo hacen los alemanes del Oeste, a los que se les incluyó en el estudio para plantearles esta pregunta. Sin embargo, menos alemanes del Este tienen ahora una imagen positiva de la reunificación que en 1991.

viernes, 30 de octubre de 2009

LETONIA AL BORDE DE LA BANCARROTA Veinte años de la caída del Muro

La crisis aleja el sueño capitalista
El país báltico sufrirá este año una caída del PIB del 18%, la mayor del mundo - El colapso económico obliga a buscar un modelo de crecimiento alternativo

Dos décadas después de la desaparición del Muro de Berlín, EL PAÍS inicia la publicación de una serie de reportajes sobre los Estados de Europa central y del Este que se liberaron entonces de las dictaduras comunistas
Enfundado en ropa vieja pero limpia, periódico abierto entre las manos, Oleg Lukoshko aguarda su turno en una cola de unas 80 personas que se alarga sobre una escuálida acera de la periferia de Riga. Los letones creían haber tumbado para siempre las colas humillantes junto con sus peores pesadillas soviéticas, pero el capitalismo también puede infligir esperas infames a sus adeptos. Unos 30 metros más adelante, desde un portal verde que se abre todos los días a las doce, personal de un monasterio ortodoxo distribuye sopa de verduras y pan gratis.
"Me quedé en el paro hace un año", dice Oleg en la cola de la beneficencia
A diferencia de muchos de sus compañeros de espera, cuyos alientos delatan asiduas relaciones con el alcohol, Oleg, de 52 años, tiene el tipo de pinta que uno no se esperaría encontrar ahí. No es el único que no encaja. La recesión de caballo que azota a Letonia no parece mirar a la cara a nadie. El país báltico, junto con su vecino Lituania, sufrirá la contracción del PIB más fuerte del mundo en 2009: una caída del 18%, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).
"Me quedé en el paro hace más de un año, el subsidio de desempleo dura sólo nueve meses, hay que pagar el alquiler. Mis hijos me ayudan lo que pueden, pero no es suficiente", resume Oleg, que presume de su formación de soldador de astillero y de su calificación de sexto grado en la escala profesional soviética.
El ascenso del paro ha sido vertiginoso en Letonia, un país con 2,3 millones de habitantes. En septiembre, la tasa se situaba en el 18%, frente al 8% de hace un año. Una situación dramática, si se considera que el Estado está al borde de la bancarrota. Sólo un rescate de 7.500 millones de euros -un tercio del PIB del país- liderado por el FMI y la UE lo ha mantenido a flote.
El impacto brutal de la crisis ha agrietado de repente el sueño de bienestar y libertad que animó el apasionado abrazo del país a Occidente tras la independencia lograda en 1991. En la actual década todo parecía ir viento en popa. Tasas de crecimiento del 10%, admisión en la UE y en la OTAN, mejores sueldos. Se hablaba de tigre báltico.
"En 2005 ya empezamos a advertir que iba todo demasiado rápido, que había demasiado crédito fácil y consumo, y poca producción de bienes. Pero los políticos no pisaron el freno a tiempo", comenta Andris Vilks, asesor para Economía y Finanzas del actual primer ministro, que tomó posesión del cargo en marzo.
La balanza de pagos con el exterior arrojaba cifras rojas del 20% del PIB al año, la deuda del sector privado se disparaba. Letonia vivía por encima de sus posibilidades. La película se acabó de repente y empezó un doloroso ajuste de cuentas. En enero pasado hubo disturbios en Riga, con un centenar de detenidos. Cayó el Gobierno. El país parecía a punto de irse al garete.
La comunidad internacional no lo permitió. Las repercusiones sobre países vecinos y varios grandes bancos habrían causado daños mucho más allá del reducido tamaño de la economía báltica. "Ahora la situación es algo más estable. El cuadro macroeconómico mejora, aunque el social sigue empeorando. El paro seguirá creciendo. Pero no tenemos otra elección que duros recortes de gasto", dice Vilks.
Así, en la misma cola de Oleg, se halla también Pavils, de 55 años, guardia fronterizo jubilado. "Yo cobraba 158 lats. Ahora me dan 142 (poco más de 200 euros)", dice. A los jubilados hubo que recortarles la pensión un 10%. Profesores, médicos y policías... todos han ido a peor. Los servicios básicos tiemblan bajo los golpes de tijera. .
Quienes se queden tendrán que poner el país en un nuevo carril, reformular un modelo que ha fracasado. No les falta talento y cultura para lograrlo.

lunes, 19 de octubre de 2009

El euro gana peso como moneda de reserva de los bancos centrales

"El dólar ya no es lo que era", dice uno de los malos en la última entrega de la saga James Bond mientras reclama un pago en euros contantes y sonantes. El cine como metáfora: el reinado de la divisa estadounidense está (una vez más, y van casi 20 años así) en entredicho. El euro empieza a hacerle sombra. Un déficit público nunca visto en tiempos de paz, una política de tipos de interés sin precedentes, al 0%, una Gran Depresión financiera, el reventón de la burbuja inmobiliaria y la lenta -pero que muy lenta- recuperación prevista en EE UU se combinan en un cóctel que ha dejado temblando al billete verde.
La debilidad estadounidense se refleja más que nunca en su moneda. La semilla de la desconfianza ha arraigado de tal manera que el euro gana peso como divisa de referencia: los bancos centrales de todo el mundo acumularon más de la mitad de sus reservas en euros entre abril y junio, según Barclays Capital. Es la primera vez que eso ocurre en un periodo de alta demanda (cuando los bancos centrales acumulan más de 80.000 millones de dólares en un trimestre). Y es también la primera vez que la cuota de dólares comprados baja al 37%.
Todo suma: la moneda europea sigue batiendo marcas y cotiza ya rozando los 1,5 dólares por unidad, el máximo en más de 14 meses y por encima de los niveles previos a la quiebra de Lehman Brothers, epítome del desfallecimiento de Wall Street y del pinchazo de la economía norteamericana en los últimos tiempos.
El oro está también en máximos, y el mercado petrolero se recalienta por momentos. La causa es siempre la misma: ese declive del dólar. El euro está lejos aún de los 1,60 dólares que alcanzó en abril de 2008, pero los analistas no descartan que siga escalando hasta esa cota. No se trata de que la economía europea esté fuerte: son Estados Unidos y su divisa quienes flaquean.
La cuota de mercado del dólar en las divisas mundiales baja a medida que sube la del euro. Según el Banco Internacional de Pagos de Basilea -una suerte de banco central de bancos centrales-, el dólar suponía aún el 62,8% de las reservas mundiales al cierre del primer semestre. Pero esa cifra no deja de caer: a finales de 2008 estaba en el 64%. "Se trata de una tendencia que se viene arrastrando desde hace 10 años", asegura Pablo Guijarro, de AFI. "Pero aun así, y a pesar de todas las presiones, la pérdida de protagonismo es y va a seguir siendo muy gradual", añade.

lunes, 1 de junio de 2009

Los promotores construyen 385.000 pisos que agravarán el exceso de oferta

El parque de viviendas sin vender, que en 2008 subió un 50%, llegará al millón - A este ritmo serán necesarios tres años y medio para absorber el 'stock'

La bolsa de viviendas que acumulan los promotores y para la que no encuentran comprador se ha convertido en el problema número uno de los antes llamados señores del ladrillo. A la imposibilidad de colocar estos pisos se une la dificultad añadida que genera la falta de estadísticas fiables que cuantifiquen el fenómeno. Un informe interno del Ministerio de Vivienda pone por primera vez números no sólo al stock de casas listas para ser vendidas, sino a las que están en proceso de construcción. La cifra es redonda: en total un millón de viviendas están disponibles en el mercado libre o saldrán próximamente; 997.562 es el número exacto.

lunes, 18 de mayo de 2009

Trichet se sube al helicóptero

El BCE se suma a la Reserva Federal e intenta reanimar la economía con una nueva receta: inundar de dinero el mercado
CLAUDI PÉREZ 10/05/2009


La economía suele transmitir la sensación de que los problemas son muy complejos; de que no hay respuestas fáciles. Ésa es sólo una verdad a medias. En los últimos sesenta años, cuando la actividad económica se quedaba atascada, se bajaba el precio del dinero y listo. Un crédito más barato allana el camino de la recuperación, estimula las ganas de consumir e incentiva la inversión empresarial; cuando eso sucede, las Bolsas descorchan el champán. El papel de los banqueros centrales consistía en llevarse el ponche antes de que la fiesta se acabara: cuando aparecían signos de recalentamiento, se encarecía el dinero y así se conseguía enfriar la economía. Sencillo. Al menos en teoría.


El precio del dinero ya no es la varita mágica que reactiva la economía
Los bancos siguen sin dar créditos a pesar de las ayudas públicas
No se trata de imprimir dinero físicmamente; sólo electrónicamente
El objetivo del BCE es mejorar la financiación de los bancos
En el fondo, todo empieza y todo acaba en la banca
La efectividad del último cartucho presenta numerosas dudas
Sólo hay un problema: el ruido y la furia de la crisis actual han acabado con ese mantra -el precio del dinero como varita mágica; los banqueros centrales como sumos sacerdotes tocados con un halo de infalibilidad-, que difícilmente va a volver a funcionar igual.
Los tipos están próximos al 0% y la economía, lejos de recuperarse, se asoma a la deflación, una caída continuada de precios con un potencial devastador. Aún puede escucharse el zumbido del aire que sale de las burbujas que provocaron la crisis. Los bancos siguen sin dar créditos a pesar de los anabolizantes en forma de ayudas públicas y multimillonarias inyecciones de liquidez. Y sin crédito la economía se colapsa. Los consumidores compran menos. Las empresas reducen la producción y despiden empleados. En última instancia, ese círculo vicioso puede complicarse sobremanera si finalmente llega la deflación, un fenómeno económico que remite a la década pérdida de Japón en los años noventa y, en última instancia, a la temida Gran Depresión.
¿Cómo romper esa espiral? Una vez más se trata de un berenjenal complicadísimo, al menos en apariencia. Sin embargo, la penúltima receta ensayada aúna una deliciosa sencillez y una enorme potencia visual: puede bastar con darle a la máquina de imprimir dinero, subirse a un helicóptero y tirar billetes desde allí arriba. Poco más o menos.
El helicóptero es el último invento de una política económica que lo ha intentado casi todo y se iba quedando sin munición. La rebaja fulminante de los tipos desde el inicio de la crisis no es suficiente. La respuesta clásica -tan keynesiana- del gasto público para compensar la anemia de la demanda privada tampoco acaba de dar resultados. Bombardear liquidez a los bancos es otra respuesta de libro para una economía atorada: ha servido como anestesia, pero no para curar la trombosis financiera. Cuando no funcionan los medicamentos para curar a un paciente, hay quien apuesta por nuevos fármacos, potencialmente peligrosos porque están sin testar, pero que pueden abrir las puertas de la recuperación. Algo de eso hay en el último y desesperado intento por tratar de reactivar los mercados.

jueves, 19 de febrero de 2009

Historia de un huevo

Historia de un huevo

El 97% de los huevos que se producen en España procede de granjas de gallinas ponedoras que viven alojadas en jaulas. Según una directiva europea, el 1 de enero de 2012 estas jaulas deberán haber sido sustituidas por otras acondicionadas con más espacio para las aves y nidos, entre otras cosas, pensando en su bienestar. Hemos visitado una de esas instalaciones para seguir todo el proceso de cómo se fabrica un huevo: desde la crianza de las gallinas hasta la tienda en la que los compramos, pasando por el centro de clasificación.

Por I. Muñoz; Fotografía de Ricardo Cases


Hace unos años se resolvió, aparentemente, una de las adivinanzas que más han entretenido a la Humanidad. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Un científico, un filósofo y un avicultor británicos, según publicó The Times, creyeron hallar la respuesta: el huevo. Pero en la historia que vamos a contar, sobre cómo se fabrica un huevo, no fueron ninguno de los dos. Todo empezó con la pollita de un día.

«Compramos un lote de unas 70.000, y las traemos a esta granja de recría, en Tordesillas [Valladolid]. Aquí permanecen, en jaulas, desde que tienen unas horas de vida hasta la semana 18, más o menos. Mientras, se las vacuna, se las cuida y se las alimenta hasta llevarla a un desarrollo corporal óptimo para su posterior vida como gallinas ponedoras». Con ellas comienza la producción intensiva de huevos, explica Pedro Fuentes, director de Producción de Hibramer. Esta empresa castellanoleonesa –fundada en 1987 y que en 1996 compró Nueva Rumasa– produce entre 25 y 30 millones de docenas al año.

Pero, ¿de dónde proceden los huevos hechos en España, 928 millones de docenas en 2007? Principalmente, de gallinas alojadas en jaulas (sólo el 3% tiene su origen en gallinas en suelo, camperas y ecológicas), según datos del sector.

El 1 de enero de 2012 estas jaulas convencionales deberán haber sido sustituidas por otras acondicionadas con mayor espacio y un nido, entre otras cosas. Así lo establece la directiva europea aprobada en 1999, que fija unas condiciones mínimas de protección de las aves ponedoras, para fomentar su bienestar.

RECRÍA. Durante su paso por la granja de cría se les corta el pico. «Se las despica porque son muy agresivas entre ellas y tienen un orden jerárquico muy marcado. También sirve para que sean menos selectivas a la hora de comer , ya que el pienso lleva los nutrientes que necesita para esta etapa concreta de su vida», señala Fuentes.

Éste quizá sea uno de los momentos más duros en la vida de una gallina aspirante a ponedora. Así lo explica Raúl Rodríguez, ingeniero técnico agrícola y responsable desde hace unos nueve años de los animales de Hibramer. «Cuando les cortas el pico, pasan por una situación de estrés. No comen, pierden peso, se vienen abajo. Extremas los cuidados, les das un pienso especial para que se repongan de estrés que les has causado».

Tras pasar la pubertad en la granja de recría, las gallinas –con unas 18 de semanas de vida– son trasladadas a la granja de ponedoras, en Aldeamayor de San Martín (Valladolid). En esta instalación viven unas 1.200.000 gallinas, alojadas en 12 gallineros. En cada gallinero hay una media de 100.000 aves, dispuestas en jaulas de hasta seis pisos de altura. Todo está automatizado e informatizado: la alimentación, que varía según las necesidades del ave, la iluminación, la recogida del huevo y la evacuación de las deyecciones.

Cuando llegan aquí no ponen huevos, «así que vamos incrementándoles el tiempo de iluminación para provocar una primavera constante. Ese aumento activa el torrente hormonal que desencadena la puesta», señala Fuentes.

Sobre la semana 19 ó 20 empiezan a poner. Son huevos pequeños pero, a medida que van cumpliendo semanas de vida, aumentan de tamaño. El pico de puesta está entre la semana 25 y la 30. «Luego decrece hasta llegar a la fecha de llevarla al matadero: entre las semanas 75 y 78», sigue.

RECOGIDA Y CLASIFICACIÓN. Las gallinas viven sobre un suelo enrejillado, con cierta inclinación para que, una vez puesto el huevo, ruede sobre una cinta. Ésta lo trasladará, sin que una mano humana lo toque, a otras cintas que lo conducen hasta el centro de clasificación.

Almacén y granja permanecen completamente separados y aislados. Están conectados por un pasillo por el que sólo pasan las cintas con los huevos. Aquí, la recogida empieza a las seis de la mañana y termina sobre las cinco de la tarde. El balance diario: unos 800.000 huevos. «Todos los días hacemos pruebas y semanalmente los lotes pasan por un exhaustivo control de calidad», continúa Fuentes.

Una vez en el centro de clasificación, una visión artificial capta los huevos que están sucios o rotos. Luego, la máquina detecta, con un sistema de ultrasonido, los que están fisurados. En ambos casos son apartados. Los aptos pasan a la máquina clasificadora que los selecciona en función de su peso y aspecto.

Es en el proceso de etiquetado o marcado cuando se imprime sobre el huevo toda la información que le identificará: el lote del gallinas del que procede, tipo de explotación, la fábrica... y la fecha de consumo preferente. Se empaqueta en sus respectivos envases (Hibramer produce sus propias marcas, Dhul, Matines y Colma, y huevos para las principales marcas blancas), y ya están listos para llegar al consumidor.

domingo, 8 de febrero de 2009

Las cadenas comerciales endurecen las condiciones de las ventas a plazo

Las tiendas acortan la duración de los créditos, exigen más garantías y aumentan los intereses -
Los tipos de interés están en mínimos históricos. El tipo oficial del dinero al 2% y el Euríbor, con el que se calculan las hipotecas, al 2,2%. El dinero más barato que nunca... pero no para comprar una lavadora. Los bancos han cortado el grifo no sólo a las empresas, sino también de los créditos al consumo a familias y particulares. Y eso ha forzado a las grandes cadenas de distribución a convertirse en las principales financieras de sus clientes para las compras a plazos de electrodomésticos, aparatos de informática, equipos para el hogar, muebles y otros bienes de consumo duradero de coste medio. Con unos tipos de interés considerables, por encima del 12% en el mejor de los casos, hasta rozar en ocasiones el 30%.

Las compras sin cargo se limitan a un año y con el tope de 3.000 euros
Como la morosidad no perdona, las tiendas y grandes superficies han endurecido las condiciones para acceder a la financiación, han reducido los plazos en que se puede diferir el pago y han elevado los intereses a niveles desconocidos en sus ventas a plazos, que pueden superar el 25% anual.
Para empezar, comprar a plazos sólo es posible ya si se acredita tener trabajo. La práctica totalidad de las cadenas ha instaurado la orden de solicitar la última nómina para poder diferir el pago de un artículo, según pudo comprobar este diario en un recorrido por las principales cadenas.
El calvario del consumidor no acaba ahí. El préstamo recibe luz verde o no en función de los ingresos que se acreditan. En caso positivo, los intereses de aplazamiento varían desde el interés cero (en el caso de las promociones) al 26,7% TAE (tasa anual equivalente, que incluye las comisiones) que aplican cadenas como Boulanger. Las condiciones han empeorado en todos los casos. Las promociones de venta de artículos a interés cero se han reducido en el plazo. Hace dos años se podían encontrar aplazamientos sin coste de hasta 24 meses. Ahora la media es de 10 meses. Sin campañas especiales de por medio, el interés no baja del 12%.
Y no sólo se han elevado los tipos, sino que se ha reducido la cantidad máxima de crédito que se concede. Prácticamente ninguna cadena otorga financiación instantánea por más de 3.000 euros. Las entidades de crédito rápido tampoco parecen una solución muy asequible para el consumidor en apuros. Cetelem, por ejemplo, aplica una TAE del 30,5%, y Cofidis un 24,5%.

lunes, 2 de febrero de 2009

El colapso bancario evoca el terremoto del ‘crash’ de 1929

La crisis alcanza el tamaño de episodios recientes en Asia y los países nórdicos
A. BOLAÑOS 01/02/2009


Más de 9.000 bancos cerrados en un puñado de años. El PIB retrocedió un 30%. La tasa de paro pasó del 4% al 25%. La Bolsa perdió un tercio de su valor y tardó una década en recuperarse. El crash de 1929 y la Gran Depresión que le sucedió fue el terrible corolario de los felices veinte, una de las décadas más expansivas de la economía internacional. Y es también el mejor ejemplo del abrupto final que aguarda a las etapas de euforia económica desatada. “Alguien metió la pata. La orgía más cara de la historia se acabó”, como sintetiza un ensayo del escritor estadounidense Francis Scott Fitzgerald.

Ante la magnitud de la depresión que ocasionó el crash del 29, cualquier comparación con la crisis financiera actual parece, como poco, aventurada, pese a que, por ejemplo, las pérdidas en Bolsa durante 2008 han sido superiores a las de aquel año. “Yo creo que ya crisis de 1929 empieza a ser ya la referencia para el sistema financiero internacional”, defiende Gabriel Tortella, catedrático emérito de Historia Económica. “El batacazo es espectacular porque viene precedido de una burbuja enorme también. La situación de desconfianza entre los bancos es el mejor indicador, eso no se arregla de la noche a la mañana”, añade.
Hasta ahora, el cierre de entidades financieras, con ser importante, dista mucho de representar lo que significó el colapso de 1929 en EE UU. Los recientes trabajos de los académicos estadounidenses Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff ayudan a dar la medida de la crisis.
Reinhart y Rogoff han actualizado investigaciones previas de otros colegas, como Michael D. Bordo, y han proyectado datos a partir de diversas fuentes estadísticas que les permite remontarse al pánico financiero ocasionado en Dinamarca por las guerras napoleónicas en 1800 o a la primera crisis bancaria en India, en 1863. Y su estudio más reciente, publicado en diciembre, sitúa ya las turbulencias financieras que arrancaron en 2007 en la estela del crash del 29.
Los investigadores estadounidenses han comprobado cuántos países sufren crisis bancaria y los han ponderado por su peso económico. El resultado es sorprendente y da fe, como poco, de la extensión del desastre y de su virulencia en las economías más avanzadas, con Estados Unidos y Reino Unido a la cabeza: en poco más de un año, el tamaño de la crisis es ya cercano a los episodios más críticos de los noventa, como los que sufrieron los países escandinavos o las economías del sureste asiático.
Del último trabajo de Reinhart y Rogoff se extraen otras conclusiones, como que las crisis bancarias devienen, sin remisión, en una explosión de gasto público. Los investigadores calculan que, de media, “la deuda pública aumenta un 68% en los tres años posteriores a una crisis bancaria”. Una estimación que, en el caso español, se ajusta como un guante a las previsiones del Gobierno. “Invariablemente se produce una caída de la recaudación fiscal, así como un incremento significativo del gasto público”, añaden Reinhart y Rogoff.
“Se ha demostrado que las crisis financieras llevan aparejados retrocesos en el PIB durante dos años, en el caso de la Gran Depresión fueron varios más”, señala Pablo Martín Aceña, también catedrático de Historia Económica, que recalca que el trabajo de los investigadores estadounidenses sitúa a la crisis española de 1975 —50 de los 110 bancos existentes fueron intervenidos y las fusiones entre cajas de ahorros se aceleraron— como una de las “cinco grandes” del siglo XX.
Muchas de las lecciones del crash del 29 se aplican ahora. “A estas alturas todos tenemos muy digerido a Keynes”, comenta Tortella, al referirse a la inyección de dinero público para reactivar la economía cuando los mercados financieros dejan de cumplir su función auspiciada por el economista británico. Lo que ocurrió en los años treinta también explica atrevidas decisiones de la Reserva Federal de EE UU, como dejar los tipos de interés cerca del 0% o darle a la máquina de imprimir dinero (o, en este caso, al ordenador) para insuflar liquidez al sistema. No en vano, su presidente, Ben Bernanke, era conocido por sus investigaciones sobre la Gran Depresión.
El retardo del Banco Central Europeo en actuar tiene también hondas raíces históricas. Alemania, el país que marca las directrices en la autoridad monetaria del euro, también tuvo que encajar el duro golpe de la depresión económica de los años treinta. Pero la hiperinflación de 1922 y 1923 —muy superior a la que hoy sufre Zimbabue, por ejemplo—, fue un trauma mayor y eso se refleja en la política del BCE.
El crash del 29 dejó más pistas: La precipitación de EE UU al subir los tipos de interés cuando la recuperación sólo apuntaba maneras, llevó a una contracción aún mayor. La respuesta proteccionista a la crisis hundió el comercio internacional. Y los nuevos instrumentos de regulación financiera llegaron tarde (los acuerdos de Bretton Woods se firmaron en 1944). Asignaturas pendientes que el G-20 se propuso abordar en la cumbre mundial de Washington, con escaso éxito hasta ahora.